Ellos decían que eran una alternativa al rock barrial y a la música electrónica (que por entonces copaban la escena musical porteña). Que venían a llenar uno de los vacíos que había en el rock nacional: las buenas canciones. Que hacían "rock con ambiciones estéticas".
Su nombre sugería, con razón, enlaces tanto al pop inglés como al descanso de clase media con vacaciones pagas.
Tenían espíritu british y glamour. Eran elegantes. Eran prestigiosos. Tenían actitud.
Hacían buenos arreglos y se preocupaban por sonar bien. Sus canciones eran maravishosas. Y llegaron a ser una banda de culto.
Un poco de reggae para este cruel veranito: hitazo del ´77, en las voces de dos chicas (dos niñas entonces!) que se aprovecharon del viejo Alton Ellis para llegar a la cima de los charts británicos, gracias al gritito más delicioso en la historia de la música jamaiquina.